La heterocromía de los ojos

Por qué vemos mal de noche: la ciencia detrás de la visión nocturna y la distorsión visual

La capacidad de ver claramente en diferentes condiciones de luz es una de las funciones más sorprendentes del ojo humano. Sin embargo, la mayoría de las personas nota que su visión empeora al caer la noche: los objetos parecen menos nítidos, los colores se desvanecen y las luces pueden generar halos o destellos molestos. Este fenómeno, conocido como visión escotópica o visión nocturna, se debe a una serie de adaptaciones biológicas y limitaciones naturales del sistema visual humano.

En condiciones de poca luz, el principal desafío para el ojo es captar la escasa cantidad de fotones disponibles. La retina, que es la capa sensible a la luz situada en el fondo del ojo, está compuesta por dos tipos de células fotorreceptoras: los conos y los bastones. Los conos son responsables de la percepción del color y funcionan mejor con luz intensa (visión diurna o fotópica). Los bastones, en cambio, son mucho más sensibles a la luz, pero solo detectan tonos de gris, sin distinguir colores. Por eso, cuando oscurece, los bastones asumen el control de la visión, lo que explica por qué el mundo se vuelve monocromático y menos definido por la noche.

Otra razón por la que la visión nocturna es más borrosa es que los bastones no se concentran en la fóvea, el área central de la retina encargada de la visión más detallada. En cambio, se distribuyen principalmente en las zonas periféricas. Esto significa que, en la oscuridad, nuestra visión central pierde precisión y dependemos más de la visión periférica, menos nítida por naturaleza. Es por ello que, curiosamente, a veces resulta más fácil ver un objeto tenue si no se mira directamente hacia él.

Además de la biología de la retina, la óptica del ojo también desempeña un papel importante. En condiciones de baja iluminación, la pupila se dilata para permitir la entrada de más luz. Sin embargo, al agrandarse, también aumenta la cantidad de aberraciones ópticas —pequeñas imperfecciones en la forma en que la luz se enfoca en la retina—. Esto puede provocar distorsiones visuales, como halos alrededor de las luces o una ligera pérdida de nitidez. Las personas con miopía, astigmatismo o cirugías refractivas previas suelen notar estos efectos con mayor intensidad.

Por último, el tiempo de adaptación a la oscuridad también influye. El ojo humano necesita entre 20 y 30 minutos para alcanzar su máxima sensibilidad nocturna, un proceso en el que los bastones se regeneran químicamente con una sustancia llamada rodopsina. Durante ese período, la visión es especialmente deficiente y los cambios bruscos de iluminación —como salir de un cine oscuro a una calle iluminada— pueden resultar momentáneamente cegadores.

En conclusión, ver mal de noche no es necesariamente señal de un problema ocular, sino una consecuencia natural de la fisiología humana. Nuestro sistema visual está optimizado para la luz diurna, no para la oscuridad. Aun así, mantener una buena salud ocular, usar la corrección visual adecuada y evitar el deslumbramiento nocturno al conducir puede ayudar a reducir las molestias y mejorar la seguridad visual en condiciones de poca luz. .